Half Empty, Half Full
2025 | Almine Rech | Paris, FR
Almine Rech Paris, Turenne se complace en presentar Half Empty, Half Full, la primera exposición individual de Jose Dávila con la galería.
“Mi cuerpo es el eje del mundo”. Así expresó el filósofo francés Maurice Merleau-Ponty la naturaleza relativa del pensamiento, que está inextricablemente ligada a nuestra experiencia. De esta zona gris de subjetividad emergen innumerables posibilidades que poseen los objetos una vez que se convierten en el espejo de nuestra percepción. Esto es precisamente lo que encontramos en toda la obra de Jose Dávila, cuyas esculturas, pinturas y entornos buscan menos ser contemplados que agudizar el acto de ver, revelando la dimensión contextual de los elementos que los componen.
Los títulos del artista son enigmáticos y, a veces, impregnados de humor, invocando ya la polisemia inseparable de la realidad con sus contradicciones inherentes. Esta exposición trata sobre la medida, con su título, Half Empty, Half Full, encarnando una afirmación irresoluble que permite la coexistencia de dos opuestos. En efecto, la ambigüedad impregna toda la obra del artista, que está completamente centrada en las tensiones y los desequilibrios, construida alrededor de la idea de la gravedad. En sus tótems rocosos o en las robustas estructuras industriales con conexiones inestables, la mirada se dirige naturalmente a los espacios negativos tallados por los materiales, provocando imágenes mentales de caída y colapso. Sin embargo, algo aquí va más allá de esta oposición dialéctica de fuerzas, algo que el artista describe como una “expansión del rango de posibilidades”.
El movimiento surge de la fricción: Jose Dávila lo recuerda constantemente a través de sus combinaciones de fuerzas y materiales que parecen contradictorios—lo natural y lo industrial, lo lleno y lo vacío—cuyo diálogo incesante actúa, en sus palabras, como «un iniciador de emociones» que escapa a cualquier significado fijo. Formado como arquitecto, el artista visitó numerosos sitios de construcción durante su juventud para observar de cerca los procesos en juego. “Los sitios de construcción son los mejores lugares para apreciar la escultura”, dice, fascinado por la constante búsqueda de equilibrio que allí ocurre. Así que no es una coincidencia que su obra recurra a una variedad de elementos del mundo de la construcción (vigas de metal, paneles de vidrio, concreto), cuya sobriedad se combina con lo orgánico de los materiales naturales (principalmente piedra).
La memoria está plenamente involucrada en este trabajo de reapropiación, ya sea memoria personal o memoria histórica. Añadiendo a esto, Jose Dávila, un lector ávido de memorias de artistas, incluye alusiones directas o indirectas a la historia del arte en su obra, creando a veces una vertiginosa sensación de obras dentro de obras. Principalmente evocando las composiciones de Hilma af Klint, su serie de pinturas hipnóticas de círculos definidos con suaves franjas de color también sugiere el eterno retorno de Nietzsche a través de su título (The fact of constantly returning to the same point or situation). Este fértil motivo invita a cada espectador a desentrañar sus diversas capas según su propia sensibilidad. De manera similar, la escultura Un deseo secreto de Dávila, una delgada placa de metal con varios marcos de sillas Acapulco, incorpora narrativas en torno a la idea de originalidad, ya que ha habido debates prolongados sobre el inventor de este diseño icónico, que nunca fue patentado. El artista se apropia sutilmente de todas estas referencias para difuminar los límites entre diferentes planos de realidad—entre su propia obra y la de otros—y reclamar así su pertenencia colectiva.
De hecho, el aspecto relacional es primordial en la obra de Jose Dávila, y a través de infinitos puntos de vista evoca el marco invisible de la realidad y las frágiles conexiones que mantiene con su manifestación material. Esto es cierto incluso para los materiales brutos de sus esculturas, que adquieren una nueva forma de existencia simplemente al reunirse. El artista es consciente de la capacidad de estos elementos escultóricos para ser reabsorbidos en la vida cotidiana y existir como obras de arte solo a través de una red de relaciones: “Por esta razón actúo mínimamente sobre los materiales que utilizo”, explica. Esto revela las interconexiones íntimas entre los procesos de degeneración y regeneración que estructuran el mundo, como lo resume la famosa máxima de Heráclito: “todo fluye”.
Tales conceptos resuenan con particular intensidad en un mundo globalizado en constante cambio. El artista cristaliza los sistemas de relaciones imperceptibles y las dinámicas silenciosas de nuestro mundo. A veces lo hace de manera más alusiva, como en Joint Effort, donde varios objetos colocados sobre una base están unidos por una correa negra. ¿Cómo son interdependientes estos elementos? ¿Se están ayudando mutuamente? ¿Colaboran? ¿Encarnan el poder del colectivo? No hay respuestas definitivas a estas preguntas planteadas por el artista. De hecho, es esta dimensión polifónica de interpretación de la realidad lo que interesa a José Dávila, cuya obra se sitúa deliberadamente en una zona intermedia, oscilando entre solidez y ligereza, interior y exterior, líneas sobrias y organicidad.
En este sentido, el artista ha sido influenciado por Josef Albers, cuya teoría del color otorga al espectador un papel central, colocándolo en el corazón de la experiencia estética. “Cualquier percepción del color es una ilusión: no vemos los colores como realmente son”, afirmó el pintor alemán, reafirmando así la obra de arte como una herramienta para estimular la conciencia. Esto conduce a una pregunta crucial: ¿Cómo vemos?
Jose Dávila plantea esta cuestión en términos de color y composición, pero especialmente en términos de espacio. La presencia misma de estas esculturas reevalúa nuestra relación con la materia y el vacío al revelar fuerzas inasibles. Nuestro propio cuerpo lo percibe, con una especie de rigidez al contemplar este abismo que contiene la hipótesis del colapso. De este modo, la brecha entre la obra de arte y el espectador se difumina, ya que el espectador es llamado a experimentar su propia subjetividad. Esta es una invitación meditativa a habitar plenamente la mirada y a percibir el espacio, el color y la forma no como ventanas hacia el mundo, sino como catalizadores de experiencias profundamente reveladoras de nuestra humanidad.